Continuamos por la carretera que de Satillana nos acerca a las Cuevas de Altamira y al Zoo de Santillana. Llegamos al cruce con la nacional de Torrelavega a Asturias, y nos encontramos con Puente de San Miguel, aqui cogemos la carretera en direccion a Cabezon de la Sal.
Esta ciudad, simbolo actual de Cantabria, donde todos los años se celebra el Dia de la Comunidad, con una grandiosa romeria de gentes ataviadas con trajes regionales, en sus calles, se pueden degustar los productos tipicos de Cantabria y los muy especificos de Cabezon, como los "Palucos de Cabezon".
Cogemos la carretera de que nos lleva a Reinosa y nos vamos adentrando en un maravilloso paisaje, hasta llegar a Cabuerniga, punto principal del maravilloso valle, que se acuna a la Reserva del Saja, donde hermosos arbolados dan cobijo a una vida animal insospechada. Este entorno formado junto el Rio Saja y Nansa, corre entre las montañas y una carretera que nos va elevando lentamente, nos va descubriendo rebaños de vacas, rapaces y en definitiva una fauna impresionante, ademas de la flora y la abundante pesca que se puede obtener de sus rios.
Cerca de alli, desviandonos hacia los Tojos por una carretera comarcal, llegamos a Barcena Mayor, declarado conjunto historico-artistico en 1979 y que conserva todo el encanto de la Edad Media. Merece la pena una visita y si hay tiempo, degustar las comidas que en los diversos restaurantes nos ofrecen.
Nuestro ruta marcada debe continuar, volvemos otra vez a la carretera principal y continuamos subiendo el puerto de Palombera y lentamente nos vamos acercando a la carretera de Reinosa a la estacion de esqui de Braña Vieja en el AltoCampoo. Una vez en ella, cogemos a la derecha y continuamos.
Estamos otra vez cerca del nacimiento del Ebro, pero ahora comenzamos a subir al que se supone que es su verdadero nacimiento, en el pico Tres Mares. La carretera nos va empinando cada vez mas, a pesar de que ya veniamos de una considerable altura. Llegamos a la estacion de esqui y la dejamos para continuar hasta nuestro final de la ruta.
Vamos contemplando las pistas y los telesillas, al mismo tiempo que la carretera en su ultima etapa nos reta a una subida con una pendiente espectacular, que en alguna ocasion ha impedido que alguno de nuestros coches, muy queridos pero con mucha historia en su portaequipajes, se haya tenido que quedar abajo, mientras organizabamos sucesivos viajes de repesca.
El ultimo sufrimiento, vale la pena, porque una vez arriba, con permiso de la autoridad, que en este caso es la niebla, el panorama que se ofrece es de una belleza tal, que parece como si verdaderamente nos hubiesemos acercado a la divinidad con la que cada cual se encuentre a si mismo.
Aun quedaria la odisea de coronar las alturas que nos rodean, debo confesar que estas gestas las he delegado siempre en mis acompañantes que las han realizado muchisimo mejor que yo.
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